viajar por el mundo

Un Argentino en China
Al principio de los tiempos, fui publicando en este blog mi historia y todas las historias de mi vida en China y mis viajes, mis experiencias, las cosas que vi, las cosas que hice, cómo las hice, los problemas que tuve que enfrentar y cómo los resolví. Siempre lo hice por placer y porque me pareció que era poca la información concreta y verdadera que había acerca de China en español. Siempre están las fotos de la Muralla China y la Plaza Tian An Men, pero yo me refiero a información acerca de vivir, trabajar, estudiar, problemas con los visados y un sinfín de etcéteras. Cómo les conté al principio (y como también está contado en mi libro Mi Gran Amor Chino), cuando yo viajé por primera vez a aquellas tierras lejanas era poco y nada lo que sabía acerca de China, siempre me las tuve que rebuscar yo, y de alguna forma (creo que tuve un ángel de la guarda o quizás fue Dios quien me guió), como todo buen argentino atando un cable con otro logré salir indemne de cada situación. Dicen que en Argentina estamos tan golpeados por tantas crisis que al salir al mundo los problemas de los que se quejan en otros países para nosotros no son más que tonterías. Es probable.
Uno de esos problemas, desde el principio y sobre todo estando en China, fue la comida. Yo siempre comí de todo. Nunca tuve problemas con ningún tipo de comida, ni en China ni en Argentina, pero de repente con tan sólo 21 años me encontré viviendo en la otra parte del mundo. Si iba a un restaurante no entendía las letras ni el menú para poder ordenar algo, si quería algún ingrediente específico como puede ser queso, crema, alguna mermelada para el pan, entre muchas otras cosas, no lo podía comprar porque simplemente no había o nadie lo conocía, y si por alguna razón lo encontraba en algún estante de algún supermercado grande salía demasiado caro para mi bolsillo al tratarse de comida extranjera. Incluso las cocinas eran diferentes. La mayoría de las casas no tenían horno y el 90% de las comidas se preparaban mezclando esto y aquello en un wok.
Pero al viajar uno debe adaptarse. Eso es lo bueno de viajar. Y a mí no me quedó otra opción más que adaptarme. Tuve que aprender a cocinar por mi cuenta con lo que encontraba usando los utensilios y las herramientas que tenía a mano.
Y entonces descubrí que cocinar me gustaba más de lo que había creído y comencé a pulir mis habilidades. Luego regresé a la Argentina y aunque estaba en mi país seguí cocinando. Y en mis siguientes viajes a China pude entonces mostrarle a mis amigos de aquellos lados un poco de comida nuestra intentando destruir el mito que circula por tierras asiáticas de que en Argentina se come en un 99% carne asada. La comida no es sólo comer y ya, la comida es cultura.

Carne de pato que al servirla la decoran como si fuera una flor. Cosas que pasan en China.
¿Se imagina alguien que en algún pueblito del corazón de China un hombre con un delantal que decía «Un aplauso para el asador» intentó cocinar un asado argentino? ¿O que dos chicos se pusieron super felices al recibir de regalo la camiseta de Messi uno y la de Boca Juniors otro? Supongo que si un argentino viaja a China, allá tan lejos para desenchufarse un poco de nuestra realidad y se encuentra con un chino vistiendo una camiseta de un equipo de fútbol de acá pensará que se volvió loco, o quizás se cruce por su cabeza la frase ¿cómo llegó esto acá? Bueno, sépanlo, yo fui el culpable. Puede parecer una novela fantástica o un relato de ficción, pero créanme, estas y muchas historias más sucedieron. Lo importante, según yo, es siempre dejar una huella nuestra y de nuestro país en todos los lugares que visitamos. Así al menos lo intento yo.
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Cuentos y Leyendas Chinas
Si hay algo para lo que los chinos son especialistas es para los negocios (bueno, y también para la copia y falsificación de todo tipo de artículos). Al caminar por las calles de cualquier ciudad, incluso de pequeños pueblos, uno puede observar tranquilamente comercios, locales y tiendas de todo tipo y tenor. Aldeas metidas en el medio de las montañas tienen sus pequeños supermercados, restaurantes y tiendas de ropa. Ver a un campesino con el último Iphone no es algo que debería llamar la atención.
En Argentina la mayoría de las tiendas están cerradas un domingo. En China, por el contrario, todo está abierto de lunes a lunes. Ellos tienen su filosofía, y dicen que si el sábado y domingo las personas que trabajan en una oficina descansan entonces también irán a pasear y por ende a gastar. No abrir un local un sábado por la tarde o un domingo sería desperdiciar una buena oportunidad.
Un día estábamos paseando por un parque muy lindo, justo era un día soleado. Estaba lleno de agua, plantas y color verde por todos lados, pequeñas cascadas, pequeñas montañas artificiales, miradores. Una tarde perfecta. Y en el medio del parque, ya se veía de lejos, había un monumento que llamaba mucho la atención. Era como la luz esa con electricidad que le ponen a los mosquitos. Uno se sentía atraído hacia ese lugar e indefectiblemente caminaba hacia ahí.
Cuando por fin llegamos vimos mucha gente sacándose fotos (no podía ser de otra manera). El monumento en cuestión, muy lindo y colorido, era de Los Ocho Inmortales, una leyenda china que más adelante les contaré. Básicamente eran ocho personas, siete hombres y una mujer.
Hasta ahí perfecto, pero faltaba el condimento. Alrededor de las estatuas había varias tiendas de recuerdos vendiendo todo tipo de chucherías y frutas locales (exóticas para mí). También estaba el fotógrafo local esperando al acecho a su próxima víctima, y claro está, qué mejor que un extranjero. El hombre se me acercó con una sonrisa llena de carisma y me dijo unas palabras (debo reconocer que en la distracción no entendí nada), se dirigió a su pequeña tienda y regresando a los segundos comenzó a vestirme con una indumentaria súper llamativa. Capa, sombrero y espada. Era la ropa de uno de los héroes mitológicos que estaban detrás de mí, uno que se llama Cao Guojiu, o así me dijeron. Luego tomó su cámara y comenzó a sacarme fotos desde diferentes ángulos, y al terminar me invitó a su tienda, descargó las fotos en una computadora y me preguntó si quería comprarlas. Podría haber dicho que no, nadie me obligó, pero vamos, no era tan caro y sería un lindo recuerdo de una tarde cualquiera en algún lugar de este hermoso país.
Quizás en Argentina me hubieran preguntado primero si quería vestirme y sacarme unas fotos. En china primero me vistieron y me sacaron las fotos, y luego me preguntaron. Y es que como señalé al principio, en China están hechos para los negocios, y de la forma que sea se las van a ingeniar para ganar algo de dinero.
Lo mejor de todo fue el día. Lo disfruté mucho y caminé por todos lados, aún por aquellos lugares en los que decía prohibido pasar (esa es otra de las ventajas que tiene ser extranjero en un país con otro idioma, uno siempre puede recurrir a la famosa frase «no entiendo»). Claro, aquel fotógrafo también merece su crédito, y es que sin él este hubiera sido tan sólo otro día más en algún lugar de China.
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En la Ciudad Prohibida de China 2
Y aquí mis queridos amigos, la segunda parte de la Ciudad Prohibida. Esta vez son sólo fotos.

Siempre es momento para una buena siesta

Tienda de regalos. Obviamente no podía faltar

Piedras. Seguramente también deben ser milenarias

Una de las situaciones más extrañas, divertidas, bizarras, como uno la quiera llamar. A la salida de la Ciudad Prohibida, donde más gente había saliendo todo el tiempo estaban los policías que supuestamente debían custodiar, aunque se los veía más alegres charlando y al parecer contando chistes con un vendedor de helados ambulante. El helado estaba hecho de semillas, arvejas y porotos 🙂
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En la Ciudad Prohibida de China
Por lo general no me gusta viajar a lugares demasiado turísticos. Soy de los que creen que la verdadera belleza de un país no está en un lugar visitado por millones de turistas cada año con sus cámaras de fotos. Por lo general un lugar en el interior del país, un lugar de esos que no aparecen en los folletos turísticos, suele ser más lindo, más limpio, más tranquilo y con mucha más historia, y encima más barato.
No obstante, no voy a mentir, a mí también me gusta sacarme una foto en esos lugares icónicos para después mostrársela a mis amigos, familiares, y claro, para mostrarlas en mi blog.
Estuve en Beijing, la capital china, muchas veces. La mayor parte de la ciudad la recorrí a pie (al igual que la mayoría de las ciudades que conozco no sólo en China), pero también anduve en colectivo (autobús), taxi, y en cuanto medio de transporte se cruzó por mi camino, incluso en triciclo motorizado.
La Ciudad Prohibida, sin embargo, uno de los lugares más turísticos y famosos de China junto con la Gran Muralla, fue uno de los últimos lugares por los que anduve, y me dejó una mezcla de emociones. Por un lado me gustó mucho, pero no más que otros lugares. Habiendo recorrido China con anterioridad, lo que vi no fue algo diferente en verdad. Edificios similares, incluso más antiguos, están en otras provincias y en otras ciudades esperando sorprender al viajero desprevenido que viene con la intención de salirse del itinerario. Lo que sí no me gustó, y de hecho fue lo que me imaginaba, fue la extrema, entiéndase bien, extrema cantidad de turistas.
Repasando un poco de historia, la Ciudad Prohibida es un complejo de unos 980 edificios. Debe su nombre a que fue concebida para que sólo la familia imperial y sus trabajadores pudieran entrar. De ahí su nombre, ya que la plebe, el pueblo, la gente común tenía totalmente prohibido cruzar los gigantescos muros. 980 edificios puede parecer demasiado, pero teniendo en cuenta que los reyes por aquella época tenían totalmente permitido (y era aceptado por todos) que tuvieran decenas de amantes, quizás esa cantidad de casas eran apenas suficientes. Y se mantuvo así hasta que el último emperador fue expulsado en el año 1924. Finalmente en el año se abrió al público tal cual como lo es hoy. Comenzó su construcción en el año 1406 y desde entonces sufrió varios incendios, saqueos, tomas, fue ocupado por los franceses y también por Inglaterra, albergó un Starbucks que por presión de la misma gente tuvo que cerrar (creo yo, fue el más exclusivo de China), y a pesar de todo, no pudo resistirse a las tiendas de recuerdos que ante la avalancha de turistas, en medio de edificios imperiales milenarios están ahí para vendernos fotos, muñequitos de emperadores, muñecas de reinas y un sinfín de chucherías no tan baratas.
Y ahora sí, una colección de fotos, que debido a la cantidad van a tener que ser divididas en dos entradas.

Cambio de guardia

El mapa completo del predio por si alguien se pierde y hay que buscarlo. Y por si alguien anda en apuros, en las opciones de la izquierda nos indica adonde está el baño

Una tortuga con cabeza de dragón, o un dragón con cuerpo de tortuga, depende como se lo mire.
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Viajando en tren por China
Que este blog crece gracias a ustedes, mis queridos amigos, creo que no tengo que decirlo. Y este post nació de una pequeña charla que tuve con una chica que estuvo leyendo el blog y decidió enviarme un mensaje (sí, recibo mensajes todos los días, y créanme, trato de responderlos a todos, aunque a veces es difícil).
Les aclaro que este post no va a tener casi fotos, es que el disco donde las guardaba se me rompió 😦
Ya sabrán ustedes (y si es la primera vez que pasas por acá lo vas a saber ahora), que por lo general rechazo ir a lugares turísticos. No es que no me gusten, sólo que me exaspera ir a un lugar con mucha ilusión y no poder ver nada a causa de tantas personas sacando fotos con el (casi) único fin de mostrarlas a sus amigos en Facebook en vez de disfrutar el momento. Creo que el creador del selfie stick debe ser rico, bueno, si es que lo patentó.
Por otro lado, créanme, hay lugares mucho más lindos que los que nos muestran en los folletos y encima suelen ser más baratos. Me considero además un viajero de experiencias. Para mí la vida está afuera, recorriendo la calle.
China es un país que está 100% conectado por tren, y si bien viajar en avión no es tan caro (al menos comparado con Argentina), obviamente es mucho más barato viajar en tren, y de hecho, los mismos trenes tienen distintas tarifas, distintos precios de boleto. Dudo que algún súper empresario los use, pero aún así creo que es el medio de transporte más democrático que hay.
Primero están los boletos más baratos. Estos no incluyen asiento, es decir, la persona debería ir parada todo el tiempo. Claro, uno pensaría que en un viaje de 30 minutos o una hora no hay problema, pero estos trenes unen provincias en un país gigante. Van de norte a sur, de este a oeste. Viajar 20 o 25 horas parado definitivamente no es lo más cómodo. Esto es además para que vean que por más avance que tenga China estos días, hay algunas partes que siguen siendo de antaño.
Luego vienen los boletos con asiento, y estos se dividen en asiento blando y asiento duro, aunque a decir verdad yo no vi la diferencia. Finalmente están los boletos con cama. Si uno compra estos es sólo cuestión de relajarse.
He aquí mis experiencias, bien al estilo Hernán.
La primera vez que viajé en tren (en China), lo hice, debo admitirlo, por falta de dinero. Había sido esa la primera vez que viajaba en tren de larga distancia, y fue más bien de sorpresa. Para resumir, hacía tres meses que había llegado a China. Había conseguido empleo de manera informal. Me habían prometido una visa de trabajo y fui cuasi engañado. Me encontré entonces con la difícil tarea de conseguir una nueva visa de turismo en una semana y correr el riesgo de ser deportado.
Para renovar la visa debía viajar a Hong Kong, pero como Zhufen no conocía tremenda ciudad (una de mis preferidas) le dije que me acompañe. Hasta ahí no parece tanto problema, pero los chinos necesitan un permiso especial para ir a Hong Kong cual si fueran extranjeros, por lo cual Zhufen debía pedir el suyo, y como ella había nacido en otra ciudad en otra provincia, para allá fuimos.
En aquella primera ocasión pedimos los pasajes con cama, y menos mal que lo hicimos. El viaje según decían debía durar unas 22 horas, pero terminó durando 24. Eso sí, fue tremendamente puntual a la hora que debía salir.
Cuando uno va a un lugar sin siquiera haber visto una foto, la sorpresa siempre es mucho más grande.
De esta manera recorrimos pueblos, pueblitos, aldeas, aldeas que parecían la de los pitufos metidas en medio de las montañas compuestas por no más de veinte casas. Arrozales de muchos metros de altura armados de tal manera como si fueran escaleras al cielo a través de los cuales los campesinos paseaban con sus bueyes con el equilibrio de las cabras de montaña. Verdes, amarillos y naranjas en todas sus tonalidades. Paisajes de ensueño.

La imagen no es mía, pero esto es lo que yo veía
En cuanto al tren, las camas eran cuchetas y venían en filas de a tres. Yo elegí la de arriba de todo para no ser molestado, y aunque era cómoda para dormir, no lo era para sentarse ya que al hacerlo tocaba el techo con la cabeza.
A cada rato pasaban vendedores, autorizados por la empresa del tren, ofreciendo todo tipo de comida. Lo principal eran los fideos instantáneos, esos que vienen en un bowl de papel y que con sólo agregarles un poco de agua se transforman en una deliciosa sopa.
En aquel país, comida de estudiantes y de gente de bajos recursos. Para mí eran riquísimos. Por supuesto, hubiera preferido un sandwich de milanesa o jamón y queso con mayonesa y pan francés, algún alfajor (soy fanático de los alfajores) o al menos un choripan, pero claro, eso era imposible, estaba en el corazón de China.

Así es, soy fanático de los alfajores
La gente del vagón, como siempre, de diez y muy curiosa. Ya hacía calor y me había puesto la remera de la selección de fútbol (aunque no me gusta el fútbol, pero es los que nos identifica a los argentinos en el exterior mal que nos pese), y como siempre estaban los que me nombraban a Maradona y a Messi. Sin embargo rápidamente me tiraron el orgullo por el suelo cuando uno me dijo: A…sí, Argentina…está en Europa ¿No?, ¿o está cerca de Australia? ¿Qué idioma hablan allá? Yo tenía ganas decirle hablamos malayo mezclado con maorí pedazo de hijo de mil….y luego pegarle un coscorrón como hacía Don Ramón con el Chavo. Pero después reflexioné y dije estoy a miles de kilómetros de mi país, no tienen por qué saber dónde queda, de la misma forma que la mayoría de las personas fuera de China no sabe ni escuchó en su vida acerca de Changsha, la ciudad adonde yo vivía.
Hubieron más viajes en tren, pero sin lugar a dudas los dos últimos fueron los más interesantes. Estos ocurrieron cuando tuvimos que tramitar la visa argentina para que Zhufen pudiera ingresar al país. La embajada argentina está en Beijing, y nosotros vivíamos a unos 1477 kilómetros. Obviamente no se podía ir a preguntar y volver, así que tras llamar varias veces por teléfono y mandar infinidad de mensajes para asegurarnos que teníamos todo, para allá fuimos. Nos habían dicho que sólo necesitaríamos un día o dos para hacer los trámites, y luego ellos le mandarían el pasaporte por correo. Por supuesto, como no podía ser de otra manera hubieron problemas y nos hicieron quedar dos semanas. Pero el jueves de la segunda semana, cuando nos dijeron que por fin estaba todo listo y fuimos a retirar el pasaporte a la embajada nos enteramos que todavía faltaba un papel más, y dicho papel me lo había olvidado en mi casa, a cuatro provincias de distancia. Rápidamente fui a mi computadora para comprar un pasaje de ida y otro de regreso con la intención de estar al siguiente lunes de vuelta. De avión no había nada por una semana y de tren sólo había pasajes de los más baratos, para ir sentado. Sin más opción compré uno para la próxima mañana. Como el viaje era a primera hora la dejé a Zhufen durmiendo en el hotel, y como en teoría ya conocía el camino a la estación me fui por mi cuenta. Algo que ella nunca supo fue que llegué a las corridas y que estuve a punto de perder el tren (como tantas otras veces, siempre viviendo al límite).
Aunque no estaba muy feliz que digamos, debo admitir que tenía mucha curiosidad.
Por supuesto que adentro del tren el único extranjero de piel blanca y de cara occidental era yo. La verdad me sentí como en la película Los Beverly Ricos, y es que en verdad el cuadro era como la siguiente foto, solo que en vez de auto íbamos en tren y la gente no mostraba el dedo.

No soy crítico de cine, ni me interesa serlo, pero los Beverly Ricos es una de las mejores películas que ví 😀
El campesinado en su plenitud viajaba junto a mí, algunos incluso llevaban sus gallinas en una caja. Todo estaba sucio, pero no es una crítica, es una realidad. No estaba pintado ni maltratado, simplemente estaba lleno de papeles por el piso y semillas de girasol por doquier (los chinos son fanáticos del girasol). Por supuesto nadie hablaba una palabra de inglés y cuando me preguntaban de qué país venía tenía que decirles el nombre de Argentina en chino. Sólo ahí comprendían, y aún en ese lugar no pude safar del “oh…ma la duo na…su zhou hen hao” (Oh…Maradona, fútbol muy bueno jaja). Creo que ya lo dije varias veces, pero acá va de nuevo: casi no me gusta el fútbol y no soy seguidor de Maradona, pero como argentino cada vez que estoy en otro lugar lo primero que me dicen es Maradona (y ahora Messi). Por suerte en lugares tan lejanos no hablan de su vida privada, sólo de sus habilidades como futbolista, y del famoso gol a los ingleses.
En este caso el viaje duró unas veinticinco horas, y aunque yo había comprado el boleto para ir sentado, la verdad es que no podía pararme porque el vagón era compartido con la gente que iba parada, y apenas uno se levantaba cualquiera podía ocupar el asiento y vaya uno a reclamarle a su abuela.
De estos viajes fueron dos así: veinticinco horas hasta mi casa, ir a buscar el papel que me faltaba, volver cuatro horas más tarde nuevamente a la estación y emprender otro viaje de regreso a Beijing sentado por veinticinco horas más. Una locura, pero era la única opción. Debo aclarar que después de eso estuve dos años seguidos sin sentarme.

Esta fue la distancia que tuve que recorrer sentado ida y vuelta en un fin de semana. Puede no parecer mucho, pero créanme, lo fue.
Por suerte todo terminó saliendo bien, Zhufen pudo obtener su visa y los dos pudimos venir a la Argentina. En cuanto al viaje, no puedo decir que lo disfruté pero no me arrepiento. Creo que no lo volvería a repetir, al menos de esa manera tan acelerada, y aunque fue de lo más barato para mí valió más que cualquier viaje en primera clase del mejor avión. Hay que animarse a más mis amigos. Tengan el trabajo que tengan, vivan donde vivan, anímense a de vez en cuando salir de la rutina.
Y bueno, si querían saber cómo se viaja en tren por China (yo sé que es una pregunta que no los dejaba dormir), ahí tienen, así es como se viaja en tren por China.
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En el campo chino
La última vez que vine a China fue por una razón totalmente diferente a la de ahora, y la experiencia sin lugar a dudas fue también muy diferente. Fue conocer otra cara de este enorme país, desde otra perspectiva. Es que los tres años anteriores me los pasé, por sobre todas las cosas, trabajando, y sobre todo en el ambiente en el que trabajaba, me hizo ver otra realidad, o quizás otra imagen de la misma moneda que a veces parece tan alejada que hasta por momentos me pregunto si realmente estuve en el mismo país.
Básicamente antes estaba en la ciudad y ahora estoy en el campo, y antes vivía solo y ahora estoy en una casa de familia. La ciudad en la que vivía, Changsha, era una ciudad de las consideradas de nivel medio y debido a eso se veía un crecimiento casi frenético que por ejemplo no se veía en Beijing la cual es considerada una ciudad grande, y si bien crece como toda China ya no lo hace de forma tan acelerada. La realidad también era otra debido que al trabajar como profesor de idiomas me movía en un ambiente en el que casi todas las personas hablaban inglés, lo suficiente al menos para defenderse, y acá la verdad es que casi nadie habla ese idioma más allá de un hello o un thank you. Eso sí, al decir que vengo de Argentina me siguen respondiendo con “el fútbol en tu país es muy bueno” y “ohhh…Messi hen hao (Messi muy bueno)”.
Shilin, el lugar adonde estoy ahora, es un pequeño pueblo en la ciudad de Kunming, en la provincia de Yun Nan. En realidad el pueblo está a unos quince o veinte minutos de auto, yo estoy realmente en el campo, y digo de auto ya que ni siquiera hay colectivos que me acerquen ahí. Es increíble entonces pasar de una ciudad de rascacielos que día y noche no para de crecer repleta de pantallas led y colectivos estilo inglés de dos pisos a una ciudad en la que las casas aún siguen teniendo sus propias vacas y gallinas, y que ambos lugares estén separados tan sólo por una hora de viaje.
Sin embargo, hay cosas que unen a las dos ciudades y a toda China, y es que cada una a su ritmo no para de crecer. Hace cuatro años cuando estuve acá todo lo que se veía eran cultivos y esa China idílica que uno imagina llena de campos de arroz e interminables plantaciones de todo tipo con las típicas casas de techos puntiagudos. Hoy de eso ya sólo debe quedar un cuarto, y es justo donde estoy yo, y estoy seguro que en unos años incluso va a ser menos de eso. Por supuesto que acá no se ven grandes edificios y no hay un subterráneo (metro) super moderno de treinta estaciones, aún, pero ya aparecen estas señoras casas y seguramente en unos años lo otro llegará.

En la foto no se aprecia tanto, pero en la realidad es todo un barrio de casas tremendas.
La otra cosa que ambos lugares comparten es un optimismo en general de la gente y una enorme fe en el futuro, y es acá donde se ve la diferencia con nosotros. Es que en China es el gobierno el que toma las tierras y sin pedir permiso empieza a construir, algo que para nosotros sería visto como un atropello a los derechos humanos e individuales. Sin embargo, aunque la gente mayor no está del todo a favor la gente más joven está muy de acuerdo, en general, ya que ven en eso el progreso de su nación. Es entonces cuando reafirmo mi teoría de que no podemos juzgar todo con nuestra visión occidental, latinoamericana y argentina en mi caso, ya que muchas cosas que nosotros damos por sentado en esta parte del mundo no es así, y viceversa, y no significa que nosotros estemos bien y ellos mal, es simplemente diferente y hay que respetarlo.
La realidad es que China sigue estando en el foco de la tormenta, en el buen sentido, y si hay un momento para conocer este país creo que es este. Mientras tanto, vale la pena seguir disfrutando de esa parte tradicional que uno jamás verá en la mayoría de los paquetes turísticos.

No soy fanático de los video juegos, pero cuando vengo por estos lugares no puedo evitar sentirme dentro del juego Zelda: Ocarine of Time

Después de un arduo trabajo, nada mejor que disfrutar de un buen bowl de fideos bajo el sol.
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Vientos de cambio
Yo soy de los que piensan que hay que disfrutar de cada momento como una parte única de la vida. Cada cosa que hacemos solo sucede una vez, y luego pasará a formar parte de nuestro anecdotario. Cuando era más chico practicaba karate, y cada vez que tenía una competencia, apenas terminaba ya estaba pensando en la próxima, casi sin importar si ganaba o perdía. Años más tarde comencé a darme cuenta de eso que señalé al principio, que cada momento es único y hay que tratar de disfrutarlo antes de dar el próximo paso. Eso fue lo que pasó con este blog durante este pequeño lapso de tiempo. Tras la salida del libro decidí desenchufarme y salir un poco. Lo volví a leer una vez más, pensé, reflexioné sobre cosas a futuro y de paso, salí a pasear un poco por Buenos Aires, cosa que hacía muchísimo tiempo no hacía, y al hacerlo me di cuenta que era más lo que conocía de China que lo que conocía de mi propia ciudad. La mayoría de nosotros, más que nada quienes vivimos en la ciudad, vivimos acelerados, ya sea por trabajo, estudio o diversas cuestiones, y a veces, en la velocidad de la vida cotidiana nos perdemos de muchas cosas que nos rodean.
Este blog se llama Hernán por el mundo ya que no pretende hablar solo de mi vida en China, también pretende hablar sobre Argentina y otros lugares que vaya conociendo, y porque es leído por personas de todo el mundo. Por eso, a partir de ahora voy a incluir relatos y fotos también de Buenos Aires, que es adonde yo vivo, para que todas las personas que no sean de acá puedan conocer también como son las cosas por estos lados. Pero eso no es todo, también van a venir diversas novedades que sin dudas, harán de este un blog un poco más interesante, abierto a todos, pero con la misma idea de siempre, esa que me hizo escribir la primera línea, y que es hacer reflexionar y pensar a todos los que lo lean, sean de donde sean, para que descubran que hay un mundo enorme allá afuera, para que se rían, pasen un buen rato, se entretengan y pregunten todo lo que quieran preguntar. Después de todo, este blog es escrito por mí, pero está hecho por nosotros, ustedes y yo.
Así que prepárense y abran las alas, por que una vez más, estamos por volver a empezar.
El camino que no elegí (21!)
Así es, este es el post número veintiuno. Quizás parezca poco, pero en realidad es bastante, y sin lugar a dudas es una barrera superada. Nuevamente veintiuno, esa era la edad que tenía cuando viajé a China en busca de Zhufen. Las expectativas eran enormes, al igual que los nervios y todo lo que genera viajar por primera vez solo alrededor del mundo para aterrizar en un país lejano, en una ciudad desconocida y sin más planes que darle un beso y decirle te amo a quien considero, la mujer de mi vida. Hoy, con veintiséis años, con un montón de cosas que contar, con un libro que acaba de salir y un blog que atrae a personas de muchos países, ustedes, que me dejan mensajes tan buenos, puedo decir que mi vida tomó rumbos inesperados, y nada de todo lo que pasa sería así de no haber escogido un camino, de haber tomado una decisión. Es verdad, siempre quise conocer el mundo, pero jamás imaginé todo lo que iba a suceder en el medio. Por eso, para festejar este gran número, ese que en teoría nos separa de ser chicos a ser adultos, quiero dejarles este poema que me gusta mucho. Es de un poeta estadounidense llamado Robert Frost, y dice así: Read More

El nuevo novio de Maradona
Atención: este post no es solo para argentinos, solo que siendo argentino es lo que me tocó vivir. Este blog es leído por personas de muchos países y como siempre, es para todo el mundo. Aunque parezca algo patriótico no es esa para nada la intención. De hecho, quien escribe estas líneas es muy malo jugando al deporte que se va a mencionar.
Hay cosas que por más que uno las escuche o las vea por televisión, es imposible de imaginarse realmente como son hasta que uno no las ve o no las vive. Una de esas cosas es la fama que tiene el fútbol argentino en otros países. Aclaro por las dudas que yo no soy futbolero, de hecho soy el típico que se engancha para el mundial o los olímpicos y fuera de eso es poco lo que mira. Pero nos guste o no, si hay algo por lo que somos famosos los argentinos en el mundo es por el fútbol.
Cuando yo llegué a China supuse que pocos conocerían a la Argentina, más que nada por la enorme distancia que separa a los dos países. Para dar una idea, solo de vuelo, sin contar el tiempo que uno pasa en el aeropuerto por el trasbordo, es de treinta horas promedio. Por otro lado, y como ya comenté en otro post, la ciudad adonde yo vivía, Changsha, era una ciudad del interior, ¿Qué me iba a imaginar yo que aún ahí cada vez que dijera que soy de Argentina me iban a responder como si hubieran estudiado todos la misma respuesta Aaahhh…fútbol. El fútbol de tu país es muy bueno. Read More