J Hernan Lee

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Un Argentino en China

Al principio de los tiempos, fui publicando en este blog mi historia y todas las historias de mi vida en China y mis viajes, mis experiencias, las cosas que vi, las cosas que hice, cómo las hice, los problemas que tuve que enfrentar y cómo los resolví. Siempre lo hice por placer y porque me pareció que era poca la información concreta y verdadera  que había acerca de China en español. Siempre están las fotos de la Muralla China y la Plaza Tian An Men, pero yo me refiero a información acerca de vivir, trabajar, estudiar, problemas con los visados y un sinfín de etcéteras. Cómo les conté al principio (y como también está contado en mi libro Mi Gran Amor Chino), cuando yo viajé por primera vez a aquellas tierras lejanas era poco y nada lo que sabía acerca de China, siempre me las tuve que rebuscar yo, y de alguna forma (creo que tuve un ángel de la guarda o quizás fue Dios quien me guió), como todo buen argentino atando un cable con otro logré salir indemne de cada situación. Dicen que en Argentina estamos tan golpeados por tantas crisis que al salir al mundo los problemas de los que se quejan en otros países para nosotros no son más que tonterías. Es probable.

Uno de esos problemas, desde el principio y sobre todo estando en China, fue la comida. Yo siempre comí de todo. Nunca tuve problemas con ningún tipo de comida, ni en China ni en Argentina, pero de repente con tan sólo 21 años me encontré viviendo en la otra parte del mundo. Si iba a un restaurante no entendía las letras ni el menú para poder ordenar algo, si quería algún ingrediente específico como puede ser queso, crema, alguna mermelada para el pan, entre muchas otras cosas, no lo podía comprar porque simplemente no había o nadie lo conocía, y si por alguna razón lo encontraba en algún estante de algún supermercado grande salía demasiado caro para mi bolsillo al tratarse de comida extranjera. Incluso las cocinas eran diferentes. La mayoría de las casas no tenían horno y el 90% de las comidas se preparaban mezclando esto y aquello en un wok.

Pero al viajar uno debe adaptarse. Eso es lo bueno de viajar. Y a mí no me quedó otra opción más que adaptarme. Tuve que aprender a cocinar por mi cuenta con lo que encontraba usando los utensilios y las herramientas que tenía a mano.

Y entonces descubrí que cocinar me gustaba más de lo que había creído y comencé a pulir mis habilidades. Luego regresé a la Argentina y aunque estaba en mi país seguí cocinando. Y en mis siguientes viajes a China pude entonces mostrarle a mis amigos de aquellos lados un poco de comida nuestra intentando destruir el mito que circula por tierras asiáticas de que en Argentina se come en un 99% carne asada. La comida no es sólo comer y ya, la comida es cultura.

Carne de pato que al servirla la decoran como si fuera una flor. Cosas que pasan en China.

¿Se imagina alguien que en algún pueblito del corazón de China un hombre con un delantal que decía «Un aplauso para el asador» intentó cocinar un asado argentino? ¿O que dos chicos se pusieron super felices al recibir de regalo la camiseta de Messi uno y la de Boca Juniors otro? Supongo que si un argentino viaja a China, allá tan lejos para desenchufarse un poco de nuestra realidad y se encuentra con un chino vistiendo una camiseta de un equipo de fútbol de acá pensará que se volvió loco, o quizás se cruce por su cabeza la frase ¿cómo llegó esto acá? Bueno, sépanlo, yo fui el culpable. Puede parecer una novela fantástica o un relato de ficción, pero créanme, estas y muchas historias más sucedieron. Lo importante, según yo, es siempre dejar una huella nuestra y de nuestro país en todos los lugares que visitamos. Así al menos lo intento yo.  

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Cuentos y Leyendas Chinas

Si hay algo para lo que los chinos son especialistas es para los negocios (bueno, y también para la copia y falsificación de todo tipo de artículos). Al caminar por las calles de cualquier ciudad, incluso de pequeños pueblos, uno puede observar tranquilamente comercios, locales y tiendas de todo tipo y tenor. Aldeas metidas en el medio de las montañas tienen sus pequeños supermercados, restaurantes y tiendas de ropa. Ver a un campesino con el último Iphone no es algo que debería llamar la atención.
En Argentina la mayoría de las tiendas están cerradas un domingo. En China, por el contrario, todo está abierto de lunes a lunes. Ellos tienen su filosofía, y dicen que si el sábado y domingo las personas que trabajan en una oficina descansan entonces también irán a pasear y por ende a gastar. No abrir un local un sábado por la tarde o un domingo sería desperdiciar una buena oportunidad.

Un día estábamos paseando por un parque muy lindo, justo era un día soleado. Estaba lleno de agua, plantas y color verde por todos lados, pequeñas cascadas, pequeñas montañas artificiales, miradores. Una tarde perfecta. Y en el medio del parque, ya se veía de lejos, había un monumento que llamaba mucho la atención. Era como la luz esa con electricidad que le ponen a los mosquitos. Uno se sentía atraído hacia ese lugar e indefectiblemente caminaba hacia ahí.

Cuando por fin llegamos vimos mucha gente sacándose fotos (no podía ser de otra manera). El monumento en cuestión, muy lindo y colorido, era de Los Ocho Inmortales, una leyenda china que más adelante les contaré. Básicamente eran ocho personas, siete hombres y una mujer.

Hasta ahí perfecto, pero faltaba el condimento. Alrededor de las estatuas había varias tiendas de recuerdos vendiendo todo tipo de chucherías y frutas locales (exóticas para mí). También estaba el fotógrafo local esperando al acecho a su próxima víctima, y claro está, qué mejor que un extranjero. El hombre se me acercó con una sonrisa llena de carisma y me dijo unas palabras (debo reconocer que en la distracción no entendí nada), se dirigió a su pequeña tienda y regresando a los segundos comenzó a vestirme con una indumentaria súper llamativa. Capa, sombrero y espada. Era la ropa de uno de los héroes mitológicos que estaban detrás de mí, uno que se llama Cao Guojiu, o así me dijeron. Luego tomó su cámara y comenzó a sacarme fotos desde diferentes ángulos, y al terminar me invitó a su tienda, descargó las fotos en una computadora y me preguntó si quería comprarlas. Podría haber dicho que no, nadie me obligó, pero vamos, no era tan caro y sería un lindo recuerdo de una tarde cualquiera en algún lugar de este hermoso país.

Quizás en Argentina me hubieran preguntado primero si quería vestirme y sacarme unas fotos. En china primero me vistieron y me sacaron las fotos, y luego me preguntaron. Y es que como señalé al principio, en China están hechos para los negocios, y de la forma que sea se las van a ingeniar para ganar algo de dinero.

Lo mejor de todo fue el día. Lo disfruté mucho y caminé por todos lados, aún por aquellos lugares en los que decía prohibido pasar (esa es otra de las ventajas que tiene ser extranjero en un país con otro idioma, uno siempre puede recurrir a la famosa frase «no entiendo»). Claro, aquel fotógrafo también merece su crédito, y es que sin él este hubiera sido tan sólo otro día más en algún lugar de China.



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En la Ciudad Prohibida de China 2

Y aquí mis queridos amigos, la segunda parte de la Ciudad Prohibida. Esta vez son sólo fotos.

Siempre es momento para una buena siesta

Tienda de regalos. Obviamente no podía faltar

Piedras. Seguramente también deben ser milenarias

Una de las situaciones más extrañas, divertidas, bizarras, como uno la quiera llamar. A la salida de la Ciudad Prohibida, donde más gente había saliendo todo el tiempo estaban los policías que supuestamente debían custodiar, aunque se los veía más alegres charlando y al parecer contando chistes con un vendedor de helados ambulante. El helado estaba hecho de semillas, arvejas y porotos 🙂


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En la Ciudad Prohibida de China

Por lo general no me gusta viajar a lugares demasiado turísticos. Soy de los que creen que la verdadera belleza de un país no está en un lugar visitado por millones de turistas cada año con sus cámaras de fotos. Por lo general un lugar en el interior del país, un lugar de esos que no aparecen en los folletos turísticos, suele ser más lindo, más limpio, más tranquilo y con mucha más historia, y encima más barato.


No obstante, no voy a mentir, a mí también me gusta sacarme una foto en esos lugares icónicos para después mostrársela a mis amigos, familiares, y claro, para mostrarlas en mi blog.

Estuve en Beijing, la capital china, muchas veces. La mayor parte de la ciudad la recorrí a pie (al igual que la mayoría de las ciudades que conozco no sólo en China), pero también anduve en colectivo (autobús), taxi, y en cuanto medio de transporte se cruzó por mi camino, incluso en triciclo motorizado.

La Ciudad Prohibida, sin embargo, uno de los lugares más turísticos y famosos de China junto con la Gran Muralla, fue uno de los últimos lugares por los que anduve, y me dejó una mezcla de emociones. Por un lado me gustó mucho, pero no más que otros lugares. Habiendo recorrido China con anterioridad, lo que vi no fue algo diferente en verdad. Edificios similares, incluso más antiguos, están en otras provincias y en otras ciudades esperando sorprender al viajero desprevenido que viene con la intención de salirse del itinerario. Lo que sí no me gustó, y de hecho fue lo que me imaginaba, fue la extrema, entiéndase bien, extrema cantidad de turistas.

Repasando un poco de historia, la Ciudad Prohibida es un complejo de unos 980 edificios. Debe su nombre a que fue concebida  para que sólo la familia imperial y sus trabajadores pudieran entrar. De ahí su nombre, ya que la plebe, el pueblo, la gente común tenía totalmente prohibido cruzar los gigantescos muros. 980 edificios puede parecer demasiado, pero teniendo en cuenta que los reyes por aquella época tenían totalmente permitido (y era aceptado por todos) que tuvieran decenas de amantes, quizás esa cantidad de casas eran apenas suficientes. Y se mantuvo así hasta que el último emperador fue expulsado en el año 1924. Finalmente en el año se abrió al público tal cual como lo es hoy. Comenzó su construcción en el año 1406 y desde entonces sufrió varios incendios, saqueos, tomas, fue ocupado por los franceses y también por Inglaterra, albergó un Starbucks que por presión de la misma gente tuvo que cerrar (creo yo, fue el más exclusivo de China), y a pesar de todo, no pudo resistirse a las tiendas de recuerdos que ante la avalancha de turistas, en medio de edificios imperiales milenarios están ahí para vendernos fotos, muñequitos de emperadores, muñecas de reinas y un sinfín de chucherías no tan baratas.

Y ahora sí, una colección de fotos, que debido a la cantidad van a tener que ser divididas en dos entradas.

Cambio de guardia

El mapa completo del predio por si alguien se pierde y hay que buscarlo. Y por si alguien anda en apuros, en las opciones de la izquierda nos indica adonde está el baño


Una tortuga con cabeza de dragón, o un dragón con cuerpo de tortuga, depende como se lo mire.













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Green Day en Argentina

A decir verdad, Green Day en Argentina y en China sería un título más acorde.

Para aquellos que no sean fanáticos de Justin Bieber, Selena Gomez o del reggaeton, les comento que alguna vez existió una banda de rock llamada The Ramones originaria de Nueva York, pionera del punk rock norteamericano, y a partir de ellos surgieron nuevas bandas del mismo estilo o parecido hasta llegar a la década del ’90 y hasta nuestros días. Una de las bandas más representativas hoy es Green Day.

Yo siempre apoyo a la gente que quiere viajar lejos, muy lejos, a un país diferente. Ya el sólo hecho de viajar a otro país es muy bueno, pero si se puede viajar muy lejos mejor.

Aunque ustedes no lo crean, hay cosas básicas que nos unen a Zhufen y a mí, pero en muchas cosas somos como el agua y el aceite.

En China es prácticamente imposible escuchar buen rock n’ roll. Estamos hablando de un país en el que la mayoría de las personas nunca escuchó nombrar a bandas como Queen, Rolling Stones o The Beatles. No digo sus canciones, pero al menos sus nombres.

Yo por otro lado escucho mucha música y muy variada, pero mi género preferido es el rock y sus amplias variantes. Si prestaron atención, lo habrán notado en el post anterior. Por eso, cuando fui a China la primera vez me llevé una valija llena de CD’s y DVD’s musicales, y creo que fue una de las mejores decisiones que tomé.

Uno de los DVD era un concierto de Green Day, banda que por entonces me gustaba muchísimo y ahora me gusta mucho, y cuando lo miramos con ella quedó sorprendida. Por un lado por la música en sí, pero además por el cantante y por la forma de comportarse con el público arriba del escenario.  Lo cierto es que luego de eso se volvió una gran simpatizante.

Un concierto de una banda como Green Day sería imposible de ver en China, aún en la China actual.

Oh casualidad, en noviembre del año pasado Green Day vino a la Argentina después de 7 años, y oh casualidad nos invitaron para ir a verlos, así que sin dudarlo para allá nos fuimos. Y así pasamos las siguientes 3 horas, cantando, bailando y saltando junto a miles de (verdaderos) fanáticos.


A eso me refiero con viajar lejos. Esos son verdaderos intercambios culturales. Viajar no quiere decir que uno tenga que estar de acuerdo con todo, pero al viajar al menos uno puede ver algo diferente y seguramente comprenderá de manera más fácil que el mundo no se termina en la frontera de nuestros países.

Lo cierto es que si alguna autoridad china supiera que una chica de su país vino a la Argentina para ver un concierto de Green Day yo sería acusado de corromper almas inocentes y sería además condenado a la hoguera por el resto de mis días. Bueno, esa es una de las razones por las que escribo este blog en castellano. 😀

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Our wedding photos my dears!

Bueno, pues eso. Para los que no hablan inglés (y no quieren usar el traductor de Google), estas son las fotos de cuando nos casamos. En China las fotos son un negocio ultra lucrativo. Si me preguntan, creo que los celulares con cámara los crearon especialmente para los asiáticos. Si alguna vez se cruzaron con un grupo que japoneses, chinos o de gente de aquellos lugares que vienen de turismo, sabrán a lo que me refiero. Oh! Mira, un tacho de basura. Mira! Una piedra, que es igual a las piedras que hay en China, pero está tirada en suelo argentino! (click, click, click. Ruido de cámaras sacando fotos 🙂 ).

En China no es necesario esperar a un casamiento o una fecha especial para realizar un buen book profesional de fotos, cualquier fecha puede ser la mejor. Y no sólo eso, la forma en que promocionan todo es sencillamente espectacular. Ahora, y durante los próximos cuatro o cinco post les voy a mostrar nuestras fotos, las cuales están divididas en seis estaciones: el jardin, la playa, China clásica, arte, Europa clásica y celebración estilo occidental. Todo eso en sesiones de tres días. Terminamos muy cansados (al menos yo), pero creo que valió la pena. Espero que les gusten. Al final de todo les muestro un poco detrás de las escenas y les cuento también más acerca de la industria fotográfica en China.

Lo último, lo más importante y lo que siempre les digo: si nosotros pudimos, ustedes también pueden. No existen los imposibles, sólo hay que trabajar mucho y meterle muchas ganas. Y para aquellos que aún dudan acerca del verdadero amor, puede que esto suene muy estilo John Lennon, pero yo se los confirmo: este mundo aún tiene amor y es el sentimiento más grande que puede haber. Sólo hay que encontrar a la persona adecuada, y créanme, esa persona existe y está en algún lugar de este mundo.


















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Viajando en tren por China

Que este blog crece gracias a ustedes, mis queridos amigos, creo que no tengo que decirlo. Y este post nació de una pequeña charla que tuve con una chica  que estuvo leyendo el blog y decidió enviarme un mensaje (sí, recibo mensajes todos los días, y créanme, trato de responderlos a todos, aunque a veces es difícil).

Les aclaro que este post no va a tener casi fotos, es que el disco donde las guardaba se me rompió 😦

Ya sabrán ustedes (y si es la primera vez que pasas por acá lo vas a saber ahora), que por lo general rechazo ir a lugares turísticos. No es que no me gusten, sólo que me exaspera ir a un lugar con mucha ilusión y no poder ver nada a causa de tantas personas sacando fotos con el (casi) único fin de mostrarlas a sus amigos en Facebook en vez de disfrutar el momento. Creo que el creador del selfie stick debe ser rico, bueno, si es que lo patentó.

Por otro lado, créanme, hay lugares mucho más lindos que los que nos muestran en los folletos y encima suelen ser más baratos. Me considero además un viajero de experiencias. Para mí la vida está afuera, recorriendo la calle.

China es un país que está 100% conectado por tren, y si bien viajar en avión no es tan caro (al menos comparado con Argentina), obviamente es mucho más barato viajar en tren, y de hecho, los mismos trenes tienen distintas tarifas, distintos precios de boleto. Dudo que algún súper empresario los use, pero aún así creo que es el medio de transporte más democrático que hay.

Primero están los boletos más baratos. Estos no incluyen asiento, es decir, la persona debería ir parada todo el tiempo. Claro, uno pensaría que en un viaje de 30 minutos o una hora no hay problema, pero estos trenes unen provincias en un país gigante. Van de norte a sur, de este a oeste. Viajar 20 o 25 horas parado definitivamente no es lo más cómodo. Esto es además para que vean que por más avance que tenga China estos días, hay algunas partes que siguen siendo de antaño.

Luego vienen los boletos con asiento, y estos se dividen en asiento blando y asiento duro, aunque a decir verdad yo no vi la diferencia. Finalmente están los boletos con cama. Si uno compra estos es sólo cuestión de relajarse.

He aquí mis experiencias, bien al estilo Hernán.

La primera vez que viajé en tren (en China), lo hice, debo admitirlo, por falta de dinero. Había sido esa la primera vez que viajaba en tren de larga distancia, y fue más bien de sorpresa. Para resumir, hacía tres meses que había llegado a China. Había conseguido empleo de manera informal. Me habían prometido una visa de trabajo y fui cuasi engañado. Me encontré entonces con la difícil tarea de conseguir una nueva visa de turismo en una semana y correr el riesgo de ser deportado.
Para renovar la visa debía viajar a Hong Kong, pero como Zhufen no conocía tremenda ciudad (una de mis preferidas) le dije que me acompañe.  Hasta ahí no parece tanto problema, pero los chinos necesitan un permiso especial para ir a Hong Kong cual si fueran extranjeros, por lo cual Zhufen debía pedir el suyo, y como ella había nacido en otra ciudad en otra provincia, para allá fuimos.

En aquella primera ocasión pedimos los pasajes con cama, y menos mal que lo hicimos. El viaje según decían debía durar unas 22 horas, pero terminó durando 24. Eso sí, fue tremendamente puntual a la hora que debía salir.

Cuando uno va a un lugar sin siquiera haber visto una foto, la sorpresa siempre es mucho más grande.

De esta manera recorrimos pueblos, pueblitos, aldeas, aldeas que parecían la de los pitufos metidas en medio de las montañas compuestas por no más de veinte casas. Arrozales de muchos metros de altura armados de tal manera como si fueran escaleras al cielo a través de los cuales los campesinos paseaban con sus bueyes con el equilibrio de las cabras de montaña. Verdes, amarillos y naranjas en todas sus tonalidades. Paisajes de ensueño.

La imagen no es mía, pero esto es lo que yo veía

En cuanto al tren, las camas eran cuchetas y venían en filas de a tres. Yo elegí la de arriba de todo para no ser molestado, y aunque era cómoda para dormir, no lo era para sentarse ya que al hacerlo tocaba el techo con la cabeza.

A cada rato pasaban vendedores, autorizados por la empresa del tren, ofreciendo todo tipo de comida. Lo principal eran los fideos instantáneos, esos que vienen en un bowl de papel y que con sólo agregarles un poco de agua se transforman en una deliciosa sopa.

En aquel país, comida de estudiantes y de gente de bajos recursos. Para mí eran riquísimos. Por supuesto, hubiera preferido un sandwich de milanesa o jamón y queso con mayonesa y pan francés, algún alfajor (soy fanático de los alfajores) o al menos un choripan, pero claro, eso era imposible, estaba en el corazón de China.

Así es, soy fanático de los alfajores

La gente del vagón, como siempre, de diez y muy curiosa. Ya hacía calor y me había puesto la remera de la selección de fútbol (aunque no me gusta el fútbol, pero es los que nos identifica a los argentinos en el exterior mal que nos pese), y como siempre estaban los que me nombraban a Maradona y a Messi. Sin embargo rápidamente me tiraron el orgullo por el suelo cuando uno me dijo: A…sí, Argentina…está en Europa ¿No?, ¿o está cerca de Australia? ¿Qué idioma hablan allá? Yo tenía ganas decirle hablamos malayo mezclado con maorí pedazo de hijo de mil….y luego pegarle un coscorrón como hacía Don Ramón con el Chavo.  Pero después reflexioné y dije estoy a miles de kilómetros de mi país, no tienen por qué saber dónde queda, de la misma forma que la mayoría de las personas fuera de China no sabe ni escuchó en su vida acerca de Changsha, la ciudad adonde yo vivía.

Hubieron más viajes en tren, pero sin lugar a dudas los dos últimos fueron los más interesantes.  Estos ocurrieron cuando tuvimos que tramitar la visa argentina para que Zhufen pudiera ingresar al país. La embajada argentina está en Beijing, y nosotros vivíamos a unos 1477 kilómetros. Obviamente no se podía ir a preguntar y volver, así que tras llamar varias veces por teléfono y mandar infinidad de mensajes para asegurarnos que teníamos todo, para allá fuimos. Nos habían dicho que sólo necesitaríamos un día o dos para hacer los trámites, y luego ellos le mandarían el pasaporte por correo. Por supuesto, como no podía ser de otra manera hubieron problemas y nos hicieron quedar dos semanas. Pero el jueves de la segunda semana, cuando nos dijeron que por fin estaba todo listo y fuimos a retirar el pasaporte a la embajada nos enteramos que todavía faltaba un papel más, y dicho papel me lo había olvidado en mi casa, a cuatro provincias de distancia. Rápidamente fui a mi computadora para comprar un pasaje de ida y otro de regreso con la intención de estar al siguiente lunes de vuelta. De avión no había nada por una semana y de tren sólo había pasajes de los más baratos, para ir sentado. Sin más opción compré uno para la próxima mañana. Como el viaje era a primera hora la dejé a Zhufen durmiendo en el hotel, y como en teoría ya conocía el camino a la estación me fui por mi cuenta. Algo que ella nunca supo fue que llegué a las corridas y que estuve a punto de perder el tren (como tantas otras veces, siempre viviendo al límite).

Aunque no estaba muy feliz que digamos, debo admitir que tenía mucha curiosidad.

Por supuesto que adentro del tren el único extranjero de piel blanca y de cara occidental era yo. La verdad me sentí como en la película Los Beverly Ricos, y es que en verdad el cuadro era como la siguiente foto, solo que en vez de auto íbamos en tren y la gente no mostraba el dedo.

No soy crítico de cine, ni me interesa serlo, pero los Beverly Ricos es una de las mejores películas que ví 😀

El campesinado en su plenitud viajaba junto a mí, algunos incluso llevaban sus gallinas en una caja. Todo estaba sucio, pero no es una crítica, es una realidad. No estaba pintado ni maltratado, simplemente estaba lleno de papeles por el piso y semillas de girasol por doquier (los chinos son fanáticos del girasol). Por supuesto nadie hablaba una palabra de inglés y cuando me preguntaban de qué país venía tenía que decirles el nombre de Argentina en chino. Sólo ahí comprendían, y aún en ese lugar no pude safar del “oh…ma la duo na…su zhou hen hao” (Oh…Maradona, fútbol muy bueno jaja). Creo que ya lo dije varias veces, pero acá va de nuevo: casi no me gusta el fútbol y no soy seguidor de Maradona, pero como argentino cada vez que estoy en otro lugar lo primero que me dicen es Maradona (y ahora Messi). Por suerte en lugares tan lejanos no hablan de su vida privada, sólo de sus habilidades como futbolista, y del famoso gol a los ingleses.

En este caso el viaje duró unas veinticinco horas, y aunque yo había comprado el boleto para ir sentado, la verdad es que no podía pararme porque el vagón era compartido con la gente que iba parada, y apenas uno se levantaba cualquiera podía ocupar el asiento y vaya uno a reclamarle a su abuela.

De estos viajes fueron dos así: veinticinco horas hasta mi casa, ir a buscar el papel que me faltaba, volver cuatro horas más tarde nuevamente a la estación y emprender otro viaje de regreso a Beijing sentado por veinticinco horas más. Una locura, pero era la única opción. Debo aclarar que después de eso estuve dos años seguidos sin sentarme.

Esta fue la distancia que tuve que recorrer sentado ida y vuelta en un fin de semana. Puede no parecer mucho, pero créanme, lo fue.

Por suerte todo terminó saliendo bien, Zhufen pudo obtener su visa y los dos pudimos venir a la Argentina. En cuanto al viaje, no puedo decir que lo disfruté pero no me arrepiento. Creo que no lo volvería a repetir, al menos de esa manera tan acelerada, y aunque fue de lo más barato para mí valió más que cualquier viaje en primera clase del mejor avión. Hay que animarse a más mis amigos. Tengan el trabajo que tengan, vivan donde vivan, anímense a de vez en cuando salir de la rutina.

Y bueno, si querían saber cómo se viaja en tren por China (yo sé que es una pregunta que no los dejaba dormir), ahí tienen, así es como se viaja en tren por China.

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En el paraíso chino

China es un país mágico. Hace unos años cuando vine por primera vez a este país una de las primeras cosas que tuve en claro, y que dije, fue que si había un momento en el que había que venir a China era este, y es que si uno quiere ver un país en cambio, en transformación constante, creo yo, en la mayoría de los casos para bien, es este. Y lo seguirá siendo por muchos años más, porque es un país tan grande y con tanta gente que indefectiblemente es un proceso que va a llevar muchos años.

La historia de hoy comienza en una de esas escapadas que uno se pega cuando está aburrido y no sabe que hacer  en el medio de un pueblito chino. En mi caso, ese lugar era el pueblo de he mo chang en la provincia de Yun Nan. Estaba llegando la primavera y se suponía que el clima debía ser agradable, muy agradable según decían. Yo ya había preparado mis anteojos de sol y mi gorro, pero rápidamente tuve que guardar todo ya que el clima, lejos de ser agradable, estaba congelado. Según la gente local, hacía mucho tiempo que no se sentía un clima así de frío. Por mi parte, mientras desechaba la idea de pasearme en camisa de mangas cortas y bermuda pensaba en mi interior la mala suerte que tenía. Lo peor de todo fue que ni siquiera tenía ropa de abrigo, apenas tenía un buzo y mucho menos una campera. A decir verdad, la temperatura rondaba los cinco grados, pero al estar en una zona montañosa parecía estar bajo cero.

Esa misma mañana Zhufen recibió una llamada por teléfono, bueno, por QQ, de unas amigas de la escuela secundaria que habiéndose enterado que estaba por sus pagos querían ir a visitarla, así que hicieron una cita para encontrarse varias horas más tarde. En el mientras tanto aprovechamos para salir a recorrer un poco el pueblo, que como usted sabe mi querido lector es eso lo que a mí me encanta (definitivamente no nací para quedarme dentro de un hotel), y de paso compré una campera porque ya el frío se había tornado insoportable, al menos para mí.

A la hora del almuerzo, es decir a las once de la mañana, nos encontramos con estas personas, que eran dos chicas con sus respectivos maridos e hijos (malcriados como el 90% de los chicos chinos), y tras comer bastante y brindar veinte veces con ese horrible vino de arroz de 52% de graduación alcohólica nos invitaron a ir a pasear a otra ciudad. No voy a mentir, la verdad es que estaba bastante aburrido, pero de todas formas no tenía escapatoria así que acepté la invitación. Bueno, aceptaron por mí. Sé que no tiene nada que ver con esto, pero algo que nunca deja de sorprenderme es como los chinos parecieran están formados para los negocios. Recuerdo, por ejemplo, que aquella tarde mientras caminábamos sin rumbo bajo el sol todos intentaban hablar conmigo, quizás por curiosidad o quizás para no ser descorteces. Cosas de rutina, ¿de dónde sos? ¿cuánto tiempo vas a estar acá?, ¿te gusta China? Y tras varios minutos uno de los hombres que parecía pensativo me mira y me dice: «¿sabes qué?, tendríamos que vender camisetas de fútbol de Argentina acá, Messi es muy popular, sería buen negocio». Seguramente fue un comentario más, pero no deja de ser interesante pues esos pequeños detalles, esos pequeños diálogos si uno sabe prestar atención, son un reflejo bastante aproximado de la sociedad y del país. Acá en Argentina, cuando uno conoce a una persona la invita a salir, a conocer la ciudad, a mirar una película o a comer algo quizás, o quizás simplemente hablan de la vida, pero creo que lo último que haría para romper el hielo sería proponerle un negocio a una persona a la que acaba de conocer.

Fue así que salimos de la ciudad y nos metimos en la ruta. En el camino nos topamos con algunos vendedores de frutas y nos detuvimos a estirar los pies en un gigantesco campo de flores amarillas.

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Habíamos recorrido alrededor de una hora y el clima ya empezaba a cambiar, al menos había salido el sol. Justo en ese lugar había una montaña con un gigantesco buda dorado en la cima el cual me moría por subir a ver. De hecho nos habíamos bajado para eso, pero al preguntar quien quería subir todos dijeron que no y yo simplemente dije «¿entonces para qué demonios nos hicieron bajar?» (en realidad utilicé otras palabras, usted use la imaginación, y es que en ese lugar y en esa situación el español es un idioma extraño que nadie comprende jaja). Sólo me contenté con mirar hacia arriba y observar a la distancia un pequeño punto dorado y brillante al que ni siquiera me molesté en sacarle una foto.

Y así, en medio de anécdotas escolares que nada tenían que ver conmigo con canciones de guardería de fondo al estilo Barney el dinosaurio pero en chino, en medio de la ruta, de árboles y de campo, casi como por arte de magia apareció otra pequeña ciudad. Al principio no parecía ser nada del otro mundo más allá de estar lleno de máquinas y edificios de cuarenta pisos que ya comenzaban a levantarse, cosa que a esa altura ya no me llamaba la atención para nada. Pero tras recorrer unas cuadras llegamos a lo que era literalmente una playa artificial armada en el medio de la nada, y aún más, había toda una ciudad alrededor. Salvando la distancia y el tamaño, uno  se sentía como esas películas paseando en auto por calles con palmeras en Beverly Hills, y es que hasta algunos carteles estaban además de chino en inglés.

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Acá el clima ya era definitivamente otro, cálido a caluroso, pero no sofocante. Había un poco de viento aún y quizás por esa razón la mayoría de las personas andaban de mangas largas. La gente que iba y venía parecía disfrutar de una vida mucho más tranquila y relajada, ¿y quién no lo haría en un lugar así?

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Estos son los lugares que vale la pena conocer, lejos de los circuitos turísticos y donde se puede apreciar de forma total y absoluta la vida local. Y es acá donde se logra apreciar el momento por el que está pasando China. Si se dejan de lado ideologías estúpidas, de izquierda o de derecha y en vez de eso el Estado se enfoca en crecer, el progreso es inevitable.

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18Para aquellos que tenían la duda, sí, en China los chicos en la playa también juegan con moldes de animales. Ahora ya pueden dormir tranquilos.

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12En Argentina cuando uno va a la playa hay vendedores que pasan vendiendo helado, choclo, jugo de frutas…en China en cambio, pasan vendiendo zanahoria blanca mezclada con ají picante, y a los chicos les encanta. ja ja

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8¿Quién dijo que todos los lugares de China están repletos de gente?

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Y bueno, después de una tarde fabulosa volvimos a la ciudad del principio para despedirnos cenando y brindando con vino de arroz, ¿qué otra cosa podía ser?

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