Así es, este es el post número veintiuno. Quizás parezca poco, pero en realidad es bastante, y sin lugar a dudas es una barrera superada. Nuevamente veintiuno, esa era la edad que tenía cuando viajé a China en busca de Zhufen. Las expectativas eran enormes, al igual que los nervios y todo lo que genera viajar por primera vez solo alrededor del mundo para aterrizar en un país lejano, en una ciudad desconocida y sin más planes que darle un beso y decirle te amo a quien considero, la mujer de mi vida. Hoy, con veintiséis años, con un montón de cosas que contar, con un libro que acaba de salir y un blog que atrae a personas de muchos países, ustedes, que me dejan mensajes tan buenos, puedo decir que mi vida tomó rumbos inesperados, y nada de todo lo que pasa sería así de no haber escogido un camino, de haber tomado una decisión. Es verdad, siempre quise conocer el mundo, pero jamás imaginé todo lo que iba a suceder en el medio. Por eso, para festejar este gran número, ese que en teoría nos separa de ser chicos a ser adultos, quiero dejarles este poema que me gusta mucho. Es de un poeta estadounidense llamado Robert Frost, y dice así:
El camino que no elegí
Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo
y lamentablemente no pude recorrer los dos.
Y siendo yo un viajero solitario, largo tiempo me detuve.
Y miré por uno de ellos, tan lejos como pude
Hasta donde se perdía en la maleza.
Entonces consideré el otro, tan recto como el anterior
y poseedor quizá de mejor derecho,
porque el pasto era más alto y deseaba ser recorrido
aunque quienes habían pasado por allí
los habían desgastado casi por igual.
Y ese mañana ambos se tendían
en hojas que ninguna pisada había ennegrecido
¡Ah, dejé el primero para otro día!
Y sin embargo, sabedor de que un camino lleva al otro,
dudé si alguna vez regresaría.
Debería decir esto con un suspiro
en algún momento, dentro de muchas eras;
dos caminos se bifurcaban en el bosque, y yo,
yo tomé el camino menos transitado.
Y esa ha sido la diferencia.
¡Éxitos a todos ustedes!