Hace ya una semana que no escribo, lo cual ya es bastante para mí. En realidad, decir no escribo es demasiado, lo más acertado sería decir que hace una semana que no escribo en el blog, pero afuera de la pantalla, en esas hojas de cuadernos y más cuadernos que, cual si fueran una colección de recuerdos de mi vida, seguí escribiendo tal y cual lo hice durante los últimos años. Andy Warhol, considerado por muchos como el padre del Pop Art, fue guardando por años cosas en cajas, y cuando estas se llenaban, las cerraba y las fechaba, las llamó las cápsulas del tiempo y hoy forman parte de su gran colección de arte. Yo no tengo una colección de cajas, si bien es algo pensado para el futuro, pero tengo mis cuadernos, y yo los llamo mi arte.
Si bien es verdad que yo viajé a China casi de casualidad ya que mi amor por Zhufen fue el que me llevó a esas lejanas tierras asiáticas, la realidad es que siempre, desde que tengo uso de memoria, tuve el sueño de conocer el mundo. Al principio comencé dibujando las banderas de todos los países, pasaba horas preguntándome cuantas habría, y cada vez que descubría una nueva automáticamente la dibujaba y coloreaba en un cuaderno. Ya a los doce años, con la imaginación explotando, y mi corazón desesperado por salir a explorar aquellos lugares pero imposibilitado yo mismo de salir hacia algún lugar lejano sin la compañía de alguien comencé a escribir mi primer novela. Y esa novela, que al principio contaba con unas pocas páginas inevitablemente llevó a la compra de un cuaderno para anotar ideas, ideas que fluían todo el tiempo, y un rompecabezas se empezó a armar. Esa sed de salir a explorar el mundo se vio plasmada en aquel primer libro, el cual se dividió en dos tomos, y finalmente se transformó en trilogía. Así es, en aquellos años dorados en los que uno empieza a crecer y todos los días piensa que ya es adulto, lo que yo hacía era escribir una trilogía y soñar. La verdad, era muy feliz.

«La risa es el lenguaje del alma»
Por supuesto, la trilogía nunca se publicó, y aún está guardada ahí como uno de mis grandes tesoros. Me acompañó por los aeropuertos del mundo y vivió conmigo en China, y ahora está de regreso en Argentina. Es más, antes de viajar a China estuvo a punto de salir de su cajón y ver la luz del mundo, pero el destino quiso que conociera a Zhufen y me fuera a explorar como era la vida en el gigante asiático, y la trilogía tuvo que quedarse descansando un tiempito más. Las cosas pasan por algo dicen quienes saben, ¿Y quién sabe? Quizás asomó la cabeza y pensó que aún no era el momento.
Siempre supe que mi vida me iba a llevar por rumbos que no podía predecir, y es verdad, la vida tiene vueltas que uno jamás puede imaginar. Cuando conocí a Zhufen, y cuando decidí que viajaría a conocerla, supe también que todo quedaría plasmado en un libro. Desde un principio lo supe, pero jamás imaginé que escribiría que fui modelo en tierras de Mao Tse-Tung, que escribiría anécdotas con amigos de todo el mundo o que escribiría que alguien más escribió acerca de mí en los diarios de aquel enorme país. Y cuando llegué una vez más a la Argentina, me encontré nuevamente con un rompecabezas de historias, tuve que juntarlas y ordenarlas cronológicamente, pero esta vez estaba seguro, al rompecabezas lo iba a armar y el libro vería la luz.
En estos días estoy publicando mi primer libro en papel, que curiosamente no es una novela sino mi propia historia, y la verdad disfruté y disfruto mucho el proceso. Debo decirlo, ya lo leí una y mil veces, lo corregí y lo volví a corregir, y llegó un punto en que esa voz interna me dijo «listo, ya está, dejalo volar». Fue entonces cuando me decidí y lo mandé a imprimir. Y acá estoy, esperando, ansioso, pero como siempre, escribiendo, la vida sigue y aún hay muchas cosas que contar. Después de todo, este no será el último, de hecho creo que va a ser el primero de muchos.
Lo que más disfruto de este primer libro, es que es una historia real, y no es solo un libro de anécdotas, viajes, locuras y rebeldía. Bueno, de hecho, es más bien de locuras y rebeldía que me llevaron a un viaje por el mundo hasta el interior de China guiado por amor. Sin locuras y rebeldía el viaje no se hubiera hecho, el libro no existiría y hoy no estaría junto a la mujer que amo. Sé que me va a hacer sonreír cada vez que vea su tapa en el futuro, y conociéndome, lo voy a leer muchas veces más, y cada vez será como la primera vez, con el sentimiento de aquel chico que escribió aquella trilogía y ya soñaba con viajar por ahí.
Es verdad, a veces es bueno ser rebelde y decirle al mundo vos vas por acá, pero yo quiero ir por allá.